sábado, 11 de abril de 2009

La rosa de las noches




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cool.altervista.org



Todas las noches de mi vida, hasta el alba,
sin llegar nunca a nadie,
en ciudades distintas, los ojos en acecho,
son una turbia rosa negra.
Se cumple así la sed que concedo a mi carne,
esta difusa espera, que es la fidelidad de mis cansancios,
o el encuentro de alguna luz pequeña que se abate,
tras el furor, en las cansadas sábanas.
Allí donde los cuerpos se nutren de reposo
que no es mortal aún,
en esta hora tan dura
en que la luz es agria, es una ciega rosa blanca.

Todas las noches de mi vida, envejeciendo,
son una infame rosa negra,
son una rosa negra y solitaria,
una encantada y desvalida rosa.
Si volviera a vivir, yo quisiera aspirarla
de nuevo sin piedad,
pues por ella existí, aunque me devorase.

Yo miraba los astros, su hermosura,
y nada aquel espejo reflejó
que a él se asemejase:
sólo la quemadura del vivir,
que aún sin fulgor, yo sé que existe.

Todas las noches de mi vida,
también las que vendrán,
son una iluminada rosa negra,
un secreto esplendor que aún no es ceniza
y nadie puede ver,
y que este ciego roza
lleno de ardor, com las manos tendidas.

Francisco Brines, El Otoño de las Rosas (1986)

Nasceu em Oliva (Valência, Espanha, em 1932. Licenciado em Direito pela Universidade de Salamanca e em Filosofia e Letras pela Universidade Complutense de Madrid. Foi leitor de Espanhol na Univ. de Oxford, de 63 a 65. Reside em Madrid e em Valência, com prolongadas estadas no campo, em Elca (Oliva).